Entrevista a Cristina Gallach en La Vanguardia.

El mismo día en que se cumplía el primer aniversario de su marcha de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Cristina Gallach regresó a sus cuarteles centrales. Después de casi tres años como secretaria general adjunta para la comunicación y la información en la ONU (máximo cargo alcanzado por una persona de nacionalidad española) y tras el paréntesis de doce meses, Gallach (Sant Quirze de Besora, 1960) volvió a la sede de la Primera Avenida de Manhattan, esta vez como Alta Comisionada para la Agenda 2030 impulsada en el 2015 por la institución multilateral. Este cargo de nueva creación subraya el empeño del ejecutivo de Pedro Sánchez por alcanzar los 17 objetivos (169 metas) de desarrollo sostenible (ODS) fijados en esta hoja de ruta universal. “El gobierno asume la Agenda como un proyecto de país y voluntad de Estado”, señala Gallach al concluir esta semana su visita a Nueva York, integrada en una delegación encabezada por los ministros Josep Borrell (Exteriores) y Teresa Ribera (Transición Ecológica) a fin de pasar “el primer examen” sobre la marcha de esta propuesta en España.

¿Ha sentido añoranza?

No. Todo este año me he ocupado en la Unión Europea de cuestiones de igualdad de oportunidades a nivel interno del Consejo, de asuntos muy relacionados con la inclusión o el desarrollo de estrategias para incorporar a las mujeres en sectores de gestión, sobre todo, de alta gestión. Y estos son temas que forman parte de los ODS. Una vez que conoces la Agenda, es tan interesante, te atrae tanto, que resulta imposible dejarla de lado.

¿Qué la hace interesante?

Que son transformaciones muy profundas a largo término y que es universal. Cualquier país, sea el más desarrollado y moderno (Noruega) o el más retrasado (Níger), ha de trabajar determinados aspectos. Es una acción universal centrada en el planeta –uno de los lemas es que no hay plan B porque no hay planeta B–, y en los ciudadanos. Todo el mundo se siente partícipe y encuentra una tarea que hacer. Es atractiva porque moviliza al sector público (las tres administraciones), al privado y a la sociedad civil, desde los que trabajan con los discapacitados, la inclusión de género o el medio ambiente, a los se preocupan de los jóvenes, de la movilidad y del derecho a la vivienda o los que buscan mejorar la calidad laboral o también una nueva forma de consumir.

¿Hay urgencia?

Si continuamos consumiendo, trabajando y viviendo de la manera que lo hacemos habrá un abuso del planeta que no se podrá soportar. Todos necesitamos cambiar la manera de actuar y crear un nuevo círculo virtuoso del proceso de transformación. Por primera vez, en un proceso de cambio de esta dimensión, la tecnología juega a favor.

¿Cómo define la Agenda?

Es un plan global y estratégico para hacer frente a los desafíos sociales, económicos y medioambientales que nos ha traído la globalización. La globalización ha aportado cosas muy positivas, pero a su vez ha provocado un desgaste del planeta, desajustes económicos y muchaexclusión social. La Agenda es un plan universal para afrontar estos desafíos.

¿Qué significa ser Alta Comisionada?

A escala nacional, hay que alinear todas las políticas, darles coherencia, que todas vayan por esta senda. Mi tarea es contribuir a dar esa coherencia a los trabajos que hacen los diversos ministerios que tienen cosas que decir en la Agenda, que las decisiones estén en línea con los ODS. Evitar las contradicciones.

Un papelón…

Seguir esta ruta es la única manera de salvar el planeta.

¿Lo acuciante en España?

La desigualdad. Estamos en el tercer o cuarto año de crecimiento económico pero continuamos con un índice de paro muy alto.

Uno de los países donde más crece esta desigualdad…

Resulta que tenemos crecimiento económico y no logramos rebajar el paro. Tenemos unos niveles salariales tan ajustados que hay una franja de población que se halla en zona precaria y puede caer en la exclusión. Tenemos 2,6 millones de menores con riesgo de exclusión. España es la decimocuarta economía del mundo y, a nivel de Unión Europea, es el cuarto país con mayor desigualdad.

Recortes, austeridad…

Le dábamos la culpa a la crisis económica, pero ya no estamos en crisis, ahora crecemos. ¿Cómo es posible que creciendo a este nivel no reduzcamos la exclusión? Este es uno de los objetivos al que más nos hemos de dedicar.

Dicen que ha habido un retroceso en energías renovables…

Hemos de ir hacia una economía sin energía fósil. Hay todo un cambio industrial muy relevante. Se va reordenando lo de las energías alternativas que se frenó. Otro paquete importante es volver a incentivar la investigación.

La inmigración es otro de los frentes abiertos.

Hemos de ayudar a que en los países de origen se aplique la Agenda. La desertización causa su movilización. Y nosotros hemos de trabajar en la acogida. No existe una solución fácil.

La Agenda tiene una parte ideológica y otra económica. EEUU, el país que más aporta, no parece estar por la labor…

Es cierto que Estados Unidos ha dejado de financiar las contribuciones voluntarias a la ONU, que se ha retirado del acuerdo climático de París, pero, en cambio, las ciudades americanas, empezando por Nueva York, han puesto en marcha medidas para luchar contra el cambio climático. Es decir, que puede suceder que Estados Unidos tuviera resultados en el cumplimiento del Acuerdo de París muy por encima de las expectativas por esa movilización local.

¿Cómo ve el mundo en el 2030?

Lo veo mucho más igual, más sostenible desde el punto de vista ambiental, mucho más inclusivo, con una situación de bienestar más generalizada, y se habrán corregido los desajustes negativos de la globalización.

¿Un sueño?

Todo esto de la Agenda tiene un punto utópico, pero a su vez es un punto de movilización porque es inspiracional.

La utopía incentiva…

Evidentemente. Nuestros hijos serán adultos y no puede ser que no entren en el mercado laboral, pese a tener cualificación, que es lo que le está pasando a mucha gente en este momento. Nuestros hijos serán mucho más responsables a la hora de consumir.

¿Hay que implicarse, no?

Hemos de ser un poco responsables. Somos la última generación que puede poner el freno a las consecuencias desastrosas en el planeta y la primera generación que puede ver la erradicación del hambre en el mundo.